domingo, 19 de junio de 2011

India



India te envuelve…, te atrapa…, te llena… Entra hasta lo más hondo de ti a través de sus ojos negros y profundos… y aunque a veces te sientes saturada de ella no puedes, ni quieres, sacarla nunca más…

India te pica los ojos, te huele a basura, incienso, orines, especias… es ruidosa y silenciosa a la vez… Te sientes extraña y acogida, mareada y reposada… Miles de ojos te miran con curiosidad, mantienen firme la mirada y sonríen… Su blanca sonrisa y el maravilloso brillo de sus ojos destaca enormemente sobre su tostada piel. Te miran y tú no quieres dejar de mirarlos… porque cada uno de esos ojos infinitos como el océano, ébano como la noche, te están alimentando de India… Cada mirada te llena de colores, de sabores, de texturas, de cánticos y de sueños, y son tantas las miradas acumuladas al final del día que crees volverte loca. Intentar ordenar, filtrar y asimilar tanta información requiere un esfuerzo sobrehumano… no sabes si quieres gritar, llorar, reír o simplemente cerrar los ojos para que más olores y risas no puedan seguir entrando. Pero al día siguiente necesitas más… más ojos que te cuenten, más sabores que te embriaguen, más sonrisas que te emocionen, más India… más y más India…



A veces creo que fueron quince días de un sueño…, me veo a mí misma en una especie de neblina azul sorteando la basura por las calles, escuchando los rezos y la música, y preguntándome dónde se encuentra esa espiritualidad anhelada entre tantísimo bullicio de gentes y animales, entre tanto ruido y humo… Varios meses me han hecho falta para encontrarla... y es que estuvo todo el tiempo dentro de mí. India no te ofrece paz y quietud, te ofrece algo mucho mejor, la oportunidad de encontrarla por ti misma. Cada una de esas miradas, cada minuto escudriñando las calles y llenándote de sus colores… van acumulándose dentro de ti… y a medida que pasa el tiempo van dejando un poso… se asientan como las capas de la tierra hasta que forman parte de tu propia estructura. Se adhieren a tu piel y bombean tu sangre, y si cierras los ojos puedes volver a sentirlo como si estuvieras allí… Saboreas sus especias, aspiras el aroma del Ganges,  escuchas sus murmullos, las risas de los niños jugando al cricket en la orilla. Y sin pretenderlo te sientes plena. Rebosante de paz y de sosiego.

Si vas a India no pretendas emprender allí un viaje hacia tu propio interior… no quieras encontrar el equilibrio ni la calma… Déjate llenar de todo lo que te ofrece, agóbiate en sus calles, mánchate con su suciedad, desespérate con su insistente curiosidad, maréate con sus hedores y sus estridencias, escucha, siente, huele, toca, mira, saborea… porque el verdadero viaje empieza cuando regresas...

Bienvenida de vuelta…