Transcurridos
casi dos meses desde el diagnóstico, y después de incontables pruebas y visitas
al hospital (y aunque debo decir que, con contadas excepciones, el trato por
parte del personal ha sido muy cariñoso y amable), me sorprende enormemente que
aún nadie, ni una sola persona, haya mirado a los ojos a mi madre y le haya
preguntado: Montse, ¿cómo te sientes?.
Creo que es de
todos conocido el impacto psicológico que tiene la tan temida palabra cáncer,
incluso aunque el diagnóstico inicial sea muy optimista.
Cáncer… y un
escalofrío te recorre el cuerpo. Y de pronto se cierra el acceso al camino
recto y luminoso que estabas recorriendo y te obligan a torcer por uno mucho
más tortuoso, oscuro, lleno de baches y curvas y donde la visibilidad no
alcanza más allá de los siguientes dos o tres pasos. Y comienzas a andar… tú
sola. Porque estás rodeada de gente dispuesta a ayudarte y a caminar contigo,
pero lo cierto es que ellos lo hacen mirando desde el camino recto por el que
ibas antes, mientras tú lo haces sola por el tuyo, con dificultad para seguir
el ritmo de sus pasos.
Me imagino que se
pasará por momentos de confusión, de rabia, de optimismo, de tristeza, de
fuerza… y no comprendo cómo nadie le ha preguntado aún cómo está. Cómo se
siente.
¿Siguen teniendo
la medicina tradicional y sus profesionales mentes aún tan cerradas que no
creen en la capacidad de las personas de la auto-sanación a través de su estado
emocional?. ¿Siguen relegando a la psicología o cualquier otra terapia
conductual/emocional (llamémosle reiki, meditación, relajación, risoterapia, o
lo que sea) no ya a un segundo plano, sino a un rincón oscuro y sin acceso?.
Comprendo el
trabajo de los médicos de la salud pública (que, por cierto, es muy bueno en
este país) y valoro la dificultad de atender siempre muchos más pacientes de
los que se es capaz… Entiendo la falta de recursos y el recorte de gastos en
tiempos económicamente complicados. Acepto esa situación y aplaudo el esfuerzo
de, aún con todo eso, trabajar con una sonrisa. Pero no logro entender por qué
se empieza siempre la consulta o la prueba de turno con edad, peso,
antecedentes familiares o alergias, y nunca, nunca jamás, en ninguna ocasión,
con una mirada a los ojos y un: Montse, ¿cómo te sientes?.
El enfermo es,
antes que nada, una persona. No es sólo un cuerpo que porta células
cancerígenas. Es una persona que llora, ríe, siente… y cuyo cuerpo está
enfermo. Mi sensación hasta ahora es que, aunque la intención de los médicos y
demás personal sanitario es, sin duda, curar a mi madre, se olvidan
precisamente de lo más importante: mi madre.
¿Cómo es que en
pleno siglo XXI no se incluya en el proceso una entrevista con un psicólogo?.
¿O aunque fuera un servicio de atención psicológica telefónica al cual acudir
cuando no sepas cómo dar el siguiente paso?. ¿Cómo puede ser que no te den
consejos sobre tu vida durante este tiempo?, ¿que no te propongan algún tipo de
dieta que favorece tu lucha contra la enfermedad?, ¿que no te recomienden hacer
ejercicio, pasear, reírte, descansar, relajarte, mimarte, quererte?.
Me da pena que,
por primera vez en mi vida, he podido ver un reflejo de eso que muchos han
llamado siempre la “deshumanización”.
La próxima vez
que tengas una persona enferma delante no le preguntes por el resultado de su
prueba, o por la fecha de su próxima quimio. Mírala a los ojos, sonríe y
pregúntale: y tú, ¿cómo te sientes?. Y hazle sentirse mejor.
Gracias.