viernes, 29 de enero de 2010

No estás solo


A veces te sientes tan desesperado que crees que no vas a poder dar un paso más. Alzas la mirada y lo ves: la nada avanza hacia ti. Se apodera de todo, lo destruye, y lo hace de una forma pausada y silenciosa. Casi no te das ni cuenta, pero en algún momento te alcanzará. La angustia comienza a apoderarse de ti y te sientes paralizado. Algo pasa con tus músculos que no responden, te asustas, quieres gritar y tu voz no responde. Quieres darte la vuelta, salir corriendo, pedir ayuda, y lo único que te sientes capaz de hacer es quedarte quieto, mirándola…, ahí está, cada vez más cerca. Un lágrima recorre tu mejilla y se precipita al vacío… Vacío. ¿Es a eso a lo que temes?, ¿por qué lloras?. Intentas sacar las últimas fuerzas que te pudieran quedar para retrasar ese momento lo más posible, pero es tarde, ya estás agotado. Sientes pánico. Ella sigue su camino, lentamente, se va tragando la vida poco a poco, no se escucha nada. Casi está a tu altura y sientes que estás temblando. Escalofríos recorren todo tu cuerpo y te sientes tan solo como cuando llegaste. Te has resignado. Aceptas lo que viene y te entregas a ella.

Pero cuando estás a punto de saltar, sientes un impulso que tira de ti hacia atrás. Algo te mueve, una fuerza desconocida. Al principio la confusión se apodera de ti pero poco a poco vas notando que los escalofríos han cesado y se han sustituido por una sensación cálida, agradable. De pronto oyes algo, es un murmullo de voces, risas, música… Por fin sientes cómo tus músculos se desentumecen y comienzas a moverlos. Despacito giras la cabeza hacia atrás mientras de reojo ves cómo la nada se aleja mucho más rápido de lo que antes avanzaba hacia ti. Y descubres lo que tira de ti. Están todos ahí, te miran sonriendo, alzan su mano para que te sujetes. No entiendes cómo han podido escuchar tu llamada si no fuiste capaz de emitir ningún sonido, ni tan siquiera hacer una pequeña señal. Pero han acudido todos, los que están cerca, los que están lejos, los que te hacen reproches, los que te dedican más caricias, los que están desde siempre y los que llegaron más tarde. Los que discuten, los que se ríen contigo, los que te sacan a bailar y los que comparten tus lágrimas y lloran contigo. Los que te hablan, los que te escuchan, los que te abrazan y los que caminan contigo. Todos.

Y te das cuenta enseguida. Ellos no oyeron tu llamada porque no pudiste gritar. No vieron tus señales porque no pudiste moverte. ¿Entonces cómo llegaron hasta allí?. Sencillamente porque nunca se fueron, siempre estuvieron ahí. Eras tú el que no podía verlos…

Ya nunca más volverás a sentirte solo.
Porque sabes que no lo estás.