A veces te
sientes tan desesperado que crees que no vas a poder dar un paso más. Alzas la
mirada y lo ves: la nada avanza hacia ti. Se apodera de todo, lo destruye, y lo
hace de una forma pausada y silenciosa. Casi no te das ni cuenta, pero en algún
momento te alcanzará. La angustia comienza a apoderarse de ti y te sientes
paralizado. Algo pasa con tus músculos que no responden, te asustas, quieres
gritar y tu voz no responde. Quieres darte la vuelta, salir corriendo, pedir
ayuda, y lo único que te sientes capaz de hacer es quedarte quieto, mirándola…,
ahí está, cada vez más cerca. Un lágrima recorre tu mejilla y se precipita al
vacío… Vacío. ¿Es a eso a lo que temes?, ¿por qué lloras?. Intentas sacar las
últimas fuerzas que te pudieran quedar para retrasar ese momento lo más
posible, pero es tarde, ya estás agotado. Sientes pánico. Ella sigue su camino,
lentamente, se va tragando la vida poco a poco, no se escucha nada. Casi está a
tu altura y sientes que estás temblando. Escalofríos recorren todo tu cuerpo y
te sientes tan solo como cuando llegaste. Te has resignado. Aceptas lo que
viene y te entregas a ella.
Pero cuando estás
a punto de saltar, sientes un impulso que tira de ti hacia atrás. Algo te
mueve, una fuerza desconocida. Al principio la confusión se apodera de ti pero
poco a poco vas notando que los escalofríos han cesado y se han sustituido por
una sensación cálida, agradable. De pronto oyes algo, es un murmullo de voces,
risas, música… Por fin sientes cómo tus músculos se desentumecen y comienzas a
moverlos. Despacito giras la cabeza hacia atrás mientras de reojo ves cómo la
nada se aleja mucho más rápido de lo que antes avanzaba hacia ti. Y descubres
lo que tira de ti. Están todos ahí, te miran sonriendo, alzan su mano para que
te sujetes. No entiendes cómo han podido escuchar tu llamada si no fuiste capaz
de emitir ningún sonido, ni tan siquiera hacer una pequeña señal. Pero han
acudido todos, los que están cerca, los que están lejos, los que te hacen
reproches, los que te dedican más caricias, los que están desde siempre y los
que llegaron más tarde. Los que discuten, los que se ríen contigo, los que te
sacan a bailar y los que comparten tus lágrimas y lloran contigo. Los que te
hablan, los que te escuchan, los que te abrazan y los que caminan contigo.
Todos.
Y te das cuenta
enseguida. Ellos no oyeron tu llamada porque no pudiste gritar. No vieron tus
señales porque no pudiste moverte. ¿Entonces cómo llegaron hasta allí?.
Sencillamente porque nunca se fueron, siempre estuvieron ahí. Eras tú el que no
podía verlos…
Ya nunca más
volverás a sentirte solo.
Porque sabes que
no lo estás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario