domingo, 7 de agosto de 2016

Milagro


Julio llegó en agosto. Siempre se ha hecho de rogar; sus primeras señales de vida llegaron marcadas en forma de cruz en el baño de un estudio de Nueva York, casi tres años después de haberle llamado por primera vez. Cuando, por fin, empezamos a notar que quería salir a conocer mundo llegaron los nubarrones. La fuerte tormenta duró varios días pero, como dicen en una de mis películas favoritas, nunca llueve eternamente. Así que el pasado viernes salió el sol. Un sol brillante que ilumina nuestras vidas y el camino que vamos a emprender. Nacho, el viaje no ha sido fácil hasta ahora, pero no se me ocurre un mejor compañero para reírlo y llorarlo que tú. Contigo las piedras en el camino son meros guijarros. Tú incluso las conviertes en arena. Y estoy deseando coger la mochila y empezar este nuevo viaje cogida de tu mano por un lado y de la de Julio otro. Por kilómetros y kilómetros...