lunes, 21 de enero de 2019

Eclipse de luna de sangre


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La luna ejerce extraños influjos teñidos de rojo y fuego. Arrastra los vientos del norte y disipa las nieblas mentales. La noche es larga y fría pero mis deseos calientan el corazón. La conciencia trabaja sin descanso para convertir la energía en palabra y la palabra en impulso. En búsqueda de la transformación. Las fases se suceden pero yo sigo en la cara oculta, invariable, moviéndome entre las sombras. Intento ser ajena a la luz del sol que estalla sobre el mar de la serenidad pero es tan fuerte que atraviesa el cráter y se dispara por mis ojos iluminando mis miedos y dejándome sola frente a ellos. Estoy expuesta y expectante. Me dejo inundar por la fuerza del astro que avanza, lento pero seguro, arrasando toda la superficie. El sol insiste disparando su cañón, directo y sin piedad, mientras la luna llora ríos de sangre y lava que me abrasan el entendimiento. Nunca estuvieron tan juntos. Nunca se tocaron tanto. Las señales que dejó el impacto de los cuerpos celestes cobran vida a medida que su sombra se desplaza por las cavidades, creando figuras imaginarias y expresiones cambiantes. Poco a poco disminuye la potencia, va pasando de largo y le dedica las últimas caricias de amante que se despide hasta el próximo eclipse. Yo vuelvo a recuperar mis tinieblas pero descubro que mi órbita ha cambiado. La luna sigue su camino mirando fijamente a la tierra mientras yo me alejo en busca del calor que sentí una vez y que arde para siempre en mi recuerdo.
La noche es larga y transformadora. Mi paso firme y sólido. 
La luna ejerce extraños influjos que se contradicen.

Y no hay quien descifre.

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